martes, 22 de abril de 2014

La interacción entre humanos y animales carroñeros marcó la evolución humana

Un equipo internacional de investigadores considera que las interacciones mantenidas por el ser humano durante milenios con los animales carroñeros, como buitres, hienas y leones, han sido "determinantes de primer orden" en la evolución y el bienestar de los humanos.

Además, los resultados del estudio advierten de que el peligro de extinción de los grandes mamíferos carnívoros "amenaza con hacer desaparecer los numerosos servicios" de los que los humanos actuales y futuros podrían beneficiarse.

Esta investigación, liderada por científicos de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche (Alicante), ha sido publicada en la revista BioScience y sus conclusiones, a juicio de los científicos del proyecto, tiene "numerosas implicaciones en la identidad cognitiva, ecológica y cultural del hombre actual".

El estudio ofrece una perspectiva singular de la evolución humana, desde el origen del primer homínido hace unos dos millones de años, hasta la aparición y el desarrollo del hombre moderno.

Una de las conclusiones más sorprendentes refleja que "los dos atributos más distintivos del ser humano, el desarrollo del lenguaje y la colaboración cooperativa, fueron probablemente resultado de las presiones selectivas asociadas al consumo primigenio de carroña".

Bajo la dirección de los investigadores del Área de Ecología del Departamento de Biología Aplicada de la UMH Marcos Moleón y José Antonio Sánchez Zapata, el estudio ha contado con el trabajo de especialistas y catedráticos de Johannesburgo (Sudáfrica) y Berna (Suiza), así como de Sevilla.

Desde que la carne se convirtió en componente fundamental de la dieta humana, los hombres han pasado del consumo de animales muertos a la caza de animales vivos, de la domesticación de estos a la explotación intensiva de los mismos, ha explicado Moleón.

En cada uno de estos periodos, según los investigadores, los humanos han estado "estrechamente relacionados" con animales carroñeros.

El estudio muestra que uno de los beneficios para los humanos de esta interacción fue en un principio "la provisión de alimentos, ya que las carroñas eran más fácilmente localizables si otros carroñeros ya estaban presentes en ellas".

El control de enfermedades infecciosas gracias a la eliminación de los restos animales en las inmediaciones de los asentamientos humanos es otro ejemplo de esta relación de "complicidad". Por contra, la "competitividad" entre humanos y carroñeros por el alimento llevó a los primeros a perfeccionar las primeras herramientas de piedra.

Al principio, la interacción era principalmente competitiva, pero cuando los humanos pasaron de consumir carroña a generarla, "los carroñeros se vieron altamente beneficiados de la relación".
Además, en la actualidad, "somos los humanos los que nos beneficiamos de los múltiples servicios ecosistémicos que proporcionan los carroñeros", ha expuesto Sánchez Zapata.

Sin embargo, el estudio concluye que el actual proceso de extinción de los buitres y grandes mamíferos carnívoros en amplias regiones del planeta "amenaza seriamente con hacer desaparecer los numerosos servicios de los que los humanos actuales y futuros podrían beneficiarse".

La continuidad de estos animales carroñeros entre nosotros "no es sólo importante para mantener la biodiversidad del planeta, sino también de cara a nuestro propio bienestar y nuestra identidad ecológica y evolutiva", han afirmado.

Tomado de: La Vanguardia


Los neandertales tenían menor diversidad genética

Un estudio demuestra que, aunque los genes son los mismos que los de los humanos, el epigenoma es distinto.


Un equipo internacional de investigadores ha reconstruido por primera vez los epigenomas de dos homínidos primitivos (un neandertal y un denisovano) y los ha comparado con los de los humanos modernos, un paso fundamental para entender cómo hemos evolucionado hasta convertirnos en lo que somos hoy en día.

El epigenoma son las pequeñas variaciones genéticas que, sin mutar o modificar la estructura de los genes, modulan sutilmente su actividad. El estudio ha comprobado que, aunque los homínidos primitivos y nosotros tenemos los mismos genes, nuestro epigenoma es distinto.

Y conocer bien los mecanismos que rigen estas pequeñas alteraciones es importante para el estudio de la evolución humana, ya que para unos supusieron la extinción y para nosotros, el éxito evolutivo, y aunque ese éxito fue resultado de una mejor capacidad de adaptarse a un ambiente hostil, unos cambios favorables en el epigenoma pueden favorecer la adaptación del individuo a un medio difícil.

La investigación, publicada hoy en Science, ha sido coordinada por Liran Carmel de la Universidad de Jerusalén, y cuenta con la participación del profesor de la Universidad de Cantabria y del Instituto de Investigación Valdecilla (IDIVAL), José Antonio Riancho, y del científico del CSIC-CNB y del Instituto de Oncología de Asturias Obra Social Cajastur (IUOPA) de la Universidad de Oviedo, Mario Fernández Fraga.

El pasado febrero, investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Alemania, secuenciaban por primera vez el genoma completo de un neandertal, obtenido gracias al hueso de un pie de un individuo que vivió hace unos 50.000 años.

Meses antes, el mismo equipo había descrito el genoma de un denisovano, un grupo de humanos primitivos originarios de Siberia.

Ahora, gracias a una técnica inédita y basada en algoritmos matemáticos, los investigadores del estudio han ido un paso más allá y han reconstruido el "epigenoma" de ambos individuos, ofreciendo así "una visión más completa" del genoma de estas especies primitivas, ha dicho Fraga en declaraciones a Efe.

"Uno de los factores epigenéticos mejor conocidos es la 'metilación del ADN', un proceso que controla cuándo y cómo son activados y desactivados los genes que controlan el desarrollo de nuestro organismo y que pueden verse afectados por causas ambientales", explica.

Porque todas nuestras células "tienen los mismos genes, da igual que sean células nerviosas o del pelo", pero lo que las diferencia entre sí son los mecanismos epigenéticos, los que hacen "que unos genes estén activos en unas y bloqueados en otras y hacen que esas células tengan una función u otra", puntualiza Riancho.

Estos mecanismos epigenéticos no sólo ocurren entre células de un mismo organismo, sino también entre distintas especies, y eso es lo que hemos comparado en este estudio", agrega el investigador.

Los resultados obtenidos en el análisis de los huesos de estas dos especies y que se han comparado con los de hombres actuales demuestran que una serie de genes están "modulados de forma distinta en las especies primitivas y la nuestra", precisa Riancho.

"Algunos de esos genes están relacionados, por ejemplo, con la forma del esqueleto, lo que explicaría por qué ellos tenían una osamenta tan potente, con huesos más fuertes, anchos y cortos, frente a nuestro esqueleto que es mucho más frágil", destaca.

Sin embargo, otras diferencias observadas se refieren a genes relacionados con el sistema cardiovascular, o el nervioso, y están asociados a enfermedades como el Alzheimer o la esquizofrenia.

"No sabemos si estos hombres tenían estas enfermedades, entre otras cosas porque vivían menos tiempo", pero "lo que hemos visto es que en ellos la regulación de los genes de estas enfermedades era distinta de la nuestra".

Un hallazgo que plantea una "interesante y a la vez preocupante cuestión: saber si estos trastornos tan frecuentes en la sociedad actual son consecuencia de nuestra forma de vida y el entorno en que nos movemos o una característica inherente a nuestra especie", reflexiona Riancho.

Además, el estudio "abre una nueva vía de investigación" porque el método informático empleado permitirá estudiar el ADN de otros individuos y especies extinguidas y "secuenciar otras muestras para determinar sus epigenomas", destaca Fraga.

Tomado de: Faro de Vigo

Otras referencias:
How to build a Neanderthal en Nature