viernes, 19 de septiembre de 2014

La Justicia evolucionó para favorecer la cooperación

La respuesta humana a la injusticia se desarrolló con el fin de apoyar la cooperación a largo plazo entre individuos. Asi concluye un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Georgia y la Universidad Emory, ambas en Atlanta, Estados Unidos.

La justicia es un ideal social que no se puede medir, por lo que para entender la evolución de la equidad en los seres humanos, la doctora Sarah Brosnan, de los departamentos de Psicología y Filosofía, el Instituto de Neurociencias y el Centro de Investigación de Lengua de la Universidad de Georgia, ha pasado la última década analizando las respuestas de comportamiento a la recompensa igual frente a la desigual en otros primates.

En su artículo, publicado en 'Science', ella y su colega Frans de Waal, del Centro Nacional de Investigación de Primates Yerkes y el Departamento de Psicología de la Universidad de Emory, revisaron la literatura de su propia investigación sobre las respuestas a la desigualdad en los primates, así como estudios de otros científicos.

Aunque la justicia es fundamental para los seres humanos, no se sabía cómo se había producido, pero Brosnan y De Waal presumen que evolucionó y, por lo tanto, se pueden ver elementos de ella en otras especies. "Este sentido de la justicia es la base de un montón de cosas en la sociedad humana, desde la discriminación salarial a la política internacional", afirma Brosnan.

"Lo que nos interesa es por qué los humanos no están contentos con lo que tienen, incluso aunque sea suficientemente bueno, si alguien posee más. Nuestra hipótesis es que esto es importante porque la evolución es relativa. Si cooperas con alguien que obtiene más de los beneficios acumulados, lo hará mejor que tú, a tu cargo. Por lo tanto, empezamos a explorar si las respuestas a la desigualdad eran comunes en otras especies que cooperan", detalla.

Brosnan y De Waal comenzaron sus estudios de equidad en monos en 2003, convirtiéndose en los primeros en el campo que analizan este tema en cualquier especie no humana, resalta Brosnan.

En ese estudio, los monos capuchinos marrones empezaron a inquietarse y se negaron a realizar una tarea cuando un compañero recibió una recompensa superior para la misma tarea. Desde entonces, Brosnan ha probado las respuestas a la desigualdad en nueve especies diferentes de primates, incluyendo los seres humanos, detectando que las especies sólo responden a la desigualdad cuando cooperan de forma rutinaria con individuos que no están relacionados con ellos.

Brosnan y De Waal tienen la hipótesis de que los individuos deben estar dispuestos a renunciar a un beneficio con el fin de alcanzar la igualdad de resultados y estabilizar valiosas relaciones de cooperación a largo plazo. Hasta ahora, esto sólo se ha encontrado en los seres humanos y sus parientes más cercanos, los monos.

"Renunciar a un resultado que te beneficia con el fin de lograr beneficios a largo plazo de la relación requiere no sólo la capacidad de pensar en el futuro, sino también del control de uno mismo para rechazar una recompensa, lo que requiere una gran cantidad de control cognitivo", sugiere Brosnan.

"Por lo tanto, la hipótesis es que una gran cantidad de especies responden negativamente a conseguir menos que un socio, lo que es el primer paso en la evolución de la justicia, pero sólo unas pocas especies son capaces de dar el salto a ese segundo paso, que conduce a un verdadero sentido de la justicia", concluye.



Tomado de: http://www.europapress.es/ciencia/laboratorio/noticia-justicia-evoluciono-favorecer-cooperacion-20140919104009.html

jueves, 18 de septiembre de 2014

La evolución hizo las caras humanas muy distintas para evitar el caos

Esta diferencia es el principal rasgo distintivo de nuestra especie, según un estudio de genómica

Las caras humanas son mucho más variadas que las de los animales, lo que significa que evolutivamente es el elemento del cuerpo que hemos preferido para distinguirnos unos de otros. Un estudio del genoma de seres humanos de varios continentes demuestra que las partes del mismo asociadas con los rasgos faciales son mucho más diversas que las de otros rasgos, como la longitud de las extremidades. 

La gran variedad de los rostros humanos no tiene comparación en el reino animal. Que la cara de cada persona sea única e irrepetible es el resultado de presiones evolutivas que han conseguido evitar el caos en la identidad dentro de grupos sociales complejos, según un nuevo estudio publicado en la revista Nature Communications. 

 Un equipo de científicos, liderado por la Universidad de California en Berkeley (EE UU), midió los rasgos faciales y corporales humanos para mostrar que los rostros de las personas son mucho más variables en su forma y diseño que en otros animales. 

“Se analizaron los datos genéticos de poblaciones de África, Europa y Asia del proyecto 1.000 Genomas para buscar firmas de la selección natural en las regiones del genoma asociadas con la variación en la morfología facial humana”, explica a Sinc Michael Joseph Sheehan, autor principal del trabajo e investigador de la Universidad de California. 

 Los científicos se preguntaron si los humanos tienen caras inusualmente únicas –en comparación con otros animales– porque la selección ha propiciado que sean fácilmente reconocibles. “Si este fuera el caso", añade el experto, "las zonas del genoma asociadas con patrones faciales tendrían niveles elevados de diversidad genética dentro de las poblaciones. El resultado es que esa es la realidad”. 

Los investigadores encontraron que los rasgos faciales son mucho más variables que los corporales, tales como la longitud de la mano. Las personas con brazos más largos, por ejemplo, suelen tener las piernas más largas, mientras que los humanos con narices más anchas o de ojos muy separados no tienen por qué lucir narices largas. 

 Asimismo, el hallazgo significa que las presiones evolutivas han intervenido para mantener altos niveles de diversidad en los rostros. 

“Muchas otras especies utilizan las caras para el reconocimiento individual. Este tipo de identificación está presente en muchos primates e incluso se ha demostrado su papel en algunas avispas. Otras especies sin variaciones en sus caras pueden utilizar otros rasgos tales como vocalizaciones o marcas olfativas para el reconocimiento. Sin embargo, no hay evidencias de que este tipo de rasgos también sean seleccionados para ser más diferentes entre sí”, apunta el investigador. 

Ya en los neandertales 

 Este es el primer estudio en animales que ha proporcionado pruebas de selección de señales de identidad mediante el análisis de la variación genética. 

 "Está claro que reconocemos a la gente por muchos rasgos –por ejemplo, su altura o su modo de andar– pero nuestros hallazgos sostienen que pero las facciones de la cara son las más determinantes", concluye Sheehan. 

 Las similitudes en estas regiones específicas del genoma, en comparación con las secuencias de los neandertales, también indican que esta variación puede incluso preceder al origen de los humanos modernos. 

“Al comparar la variación genética que se encuentra en los humanos modernos con las secuencias del genoma de los neandertales y los homínidos de Denisova (otro homínido arcaico) encontramos que las secuencias de los individuos antiguos se encuentran dentro de la diversidad humana moderna. Esto significa que la variación que vemos en los humanos modernos debe haberse originado antes de la división entre los linajes humanos y neandertales”, asegura el científico. 


lunes, 8 de septiembre de 2014

Estudios genéticos de restos fósiles cambiarán la interpretación de la evolución humana

Los estudios genéticos a restos fósiles modificará la interpretación de la evolución humana, afirma Robert Sala, responsable científico del XVII Congreso mundial de Prehistoria y Protohistoria, que comenzó el lunes en Burgos  (norte de España) con la participación de más de 1.500 científicos.

Sala recordó que la aplicación de la genética a la Paleontología es algo muy reciente y aporta información que no se conocía hasta ahora, ya que sólo se estudiaban los restos desde el punto de vista morfológico y anatómico.

Un ejemplo de la  "revolución"  que puede suponer el estudio genético aplicado al estudio de los fósiles es el artículo científico realizado por un equipo liderado por Juan Luis Arsuaga, uno de los codirectores del complejo arqueológico de Atapuerca, en Burgos y donde se encontró la que se considera la especie europea más antigua, con más de 800.000 años.

Dicho texto concluyó que los restos hallados en la Sima de los huesos de Atapuerca, que anatómicamente son muy parecidos a los neandertales, tienen relación genética con fósiles del llamado hombre de Denisova, en Siberia.

Aunque consideró que faltan elementos para definir mejor esta relación, dado que hay pocos restos del hombre de Denisova, recordó que la comunidad científica no cuestionó ese artículo porque la prueba genética  “ es determinante ” .

Otra evidencia de la importancia de los estudios genéticos es el establecimiento de una relación entre los neandertales y el Homo sapiens, que hasta hace poco se creía inexistente.

Las pruebas de ADN mitocondrial, que se transmite por vía materna, establecían que no había relación, pero cuando se pudo extraer ADN nuclear se vio que el Homo sapiens, la población actual, en Europa y Asia tiene algunos restos de ADN neandertal, por lo que en algún momento compartieron un padre común.

Sin embargo, esto es algo que no ocurre en la población de Homo sapiens africana.

De hecho, el estudio de ADN puede ayudar a revisar el árbol genealógico del género homo que los científicos manejan en las últimas décadas.

Para el profesor José Luis Lanata, de la Universidad de Río Negro  (Argentina) , todos los hallazgos provocan debates y puede darse el caso de que se elaboren varias teorías de árboles genealógicos que convivan durante un tiempo y sean objeto de debate, porque  “ es así como avanzan la ciencia y el conocimiento ” .

Consideró lógico que este tipo de cambios se produzcan cada vez más rápido, porque un debate científico de este nivel era muy difícil hace unos años, por la dificultad de movilidad de los expertos y, sobre todo, de las comunicaciones entre ellos, que ahora se pueden hacer casi en tiempo real.

El profesor Tim Denham, de la Universidad Nacional de Australia en Camberra, aseguró por su parte que la revolución que supuso el inicio de los cultivos en el Neolítico tuvo efectos  “ muy diferentes ”  en Europa frente a territorios alejados como Papúa-Nueva Guinea.

En ambos casos, el inicio de los cultivos se sitúa hace unos 7.000 años, explicó Denham en una rueda de prensa antes de ofrecer su conferencia en el Congreso.

Tomado de: http://www.nacion.com/vivir/ciencia/genetica-evolucion-paleontologia_0_1436656497.html