Uno de los aspectos más fascinantes de nuestra historia es que somos resultado de un proceso evolutivo que nos hace compartir una serie de rasgos con otras especies de animales e incluso otros organismos que existieron hace millones de años. La cognición, el aprendizaje, el lenguaje, la cultura son parte de este proceso de ahí que conocer nuestras raíces parece que nos permite conocer lo que hoy somos.
Unos huesos de hace 120.000 años revelan cómo se hacían los neandertales con sus presas: a dos
gamos los mataron clavándoles lanzas enérgicamente.
Nature Ecology & Evolution
Gracias a los yacimientos se sabe que los neandertales y sus predecesores preparaban lanzas de madera, pero no está claro cómo usaban esas armas: ¿las arrojaban a larga distancia, las clavaban a muy corta distancia o simplemente apartaban con ellas a otros animales de sus botines? Un equipo de investigadores, dirigido por Sabine Gaudzinski-Windheuser, ha encontrado ahora una respuesta. Según las lesiones que han encontrado en unos huesos de gamo de hace 120.000 años, un neandertal arrimado al animal le clavó la lanza y le perforó un agujero en la pelvis. En los de otro gamo han observado lesiones vertebrales que también se causaron con ese mismo tipo de ataque.
La investigadora (del Museo y Centro de Investigaciones Arqueológicas MONREPOS para la Evolución del Comportamiento Humano, en Neuwied, Renania-Palatinado, Alemania) y sus colaboradores lo cuentan en Nature Ecology and Evolution. Los huesos que han investigado se extrajeron en los años ochenta y noventa del siglo pasado junto a un pequeño lago cercano a Halle, en Sajonia-Anhalt, Alemania. Debió de haber allí un espeso bosque en el que presumiblemente los neandertales cazaban al acecho. Las presas estudiadas eran ejemplares de la subespecie hoy extinguida de gamo Dama dama geiselana.
Realizaron pruebas balísticas con los huesos, y de ellas dedujeron que las lesiones se produjeron muy probablemente con un impacto muy potente pero relativamente lento. Si hubiese sido causado por una lanza arrojada cabe suponer que se habrían visto unas señales diferentes.
Hasta ahora se han encontrado muy pocos yacimientos en los que se haya dado con indicios de cómo cazaban los seres humanos de tiempos remotos. La anatomía de los neandertales da a entender que no eran unos lanzadores especialmente hábiles, pero lo observado en los huesos del yacimiento sajón no quiere decir que no usaran nunca sus lanzas como proyectiles; es muy posible que en otras oportunidades sí lo hiciesen.
Jan Dönges / spektrum.de
Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Spektrum der Wissenschaft.
Hallazgos recientes hacen retroceder en 100.000 años el origen de Homo sapiens y apuntan a la compleja historia evolutiva de la humanidad, que habría tenido lugar en toda África.
Nuevos fósiles y herramientas de piedra descubiertos en el yacimiento arqueológico de Jebel Irhoud, en Marruecos, hacen retroceder los orígenes de nuestra especie unos 100.000 años y demuestran que hace unos 300.000 años tuvieron lugar en una gran parte de África cambios importantes en nuestra biología y comportamiento.
Un equipo internacional de investigadores dirigido por Jean-Jacques Hublin, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, y Abdelouahed Ben-Ncer, del Instituto Nacional de Arqueología y Patrimonio, en Rabat, han descubierto huesos fósiles de Homo sapiens junto con herramientas de piedra y huesos de animales en Jebel Irhoud. Los hallazgos datan de hace unos 300.000 años y constituyen la prueba fósil más antigua de nuestra especie. Son 100.000 años más antiguos que los fósiles considerados hasta ahora los más antiguos de nuestra especie. Los descubrimientos, que se describen en dos artículos recién publicados en Nature, revelan la compleja historia evolutiva de la humanidad, que probablemente sucedió en todo el continente africano.
Los datos genéticos de los humanos actuales y de los restos fósiles apuntan al origen africano de nuestra especie, Homo sapiens. Con anterioridad, los fósiles más antiguos de Homo sapiens, datados de hace 195.000 años, se habían hallado en el yacimiento de Omo Kibish, en Etiopía. En Herto, también en Etiopía, se había descubierto otro fósil de nuestra especie de 160.000 años. Hasta ahora, la mayoría de los investigadores creían, pues, que todos los humanos actuales descendíamos de una población que vivió en el este de África hace unos 200.000 años, pero los nuevos datos revelan que Homo sapiens ya se había extendido antes por todo el continente africano, hace unos 300.000 años. «Mucho antes de su dispersión fuera de África, se produjo una dispersión dentro del continente», comenta Hublin.
El yacimiento de Jebel Irhoud era conocido desde la década de 1960 por sus fósiles humanos y sus artefactos de la Edad de Piedra Media. Sin embargo, la interpretación de los restos de los homininos había resultado complicada desde hacía tiempo por las persistentes incertidumbres que rodeaban su antigüedad. La nueva excavación, que comenzó en 2004, reveló nuevos fósiles de Homo sapiens, que aumentaron de seis a 22. Los restos corresponden a cráneos, dientes y huesos largos de al menos cinco individuos. Para establecer su cronología, los investigadores utilizaron el método de datación por termoluminiscencia de piedras talladas calentadas con fuego halladas en los mismos depósitos, lo que arrojó una antigüedadad de unos 300.000 años. También emplearon métodos mejorados de resonancia de espín electrónico para la datación de los fósiles y obtuvieron datos concordantes con esa edad.
Los cráneos de los humanos actuales se caracterizan por una combinación de rasgos que nos diferencian de otras epecies emperentadas con la nuestra: un rostro pequeño y grácil y una cavidad craneal globular. Los fósiles de Jebel Irhoud exhiben un rostro y dientes similares a los actuales, y también presentan una gran cavidad craneal, aunque de aspecto más arcaico. Hublin y su equipo utilizaron la novedosa técnica de microtomografía computarizada y análisis estadísticos para demostrar que la forma de la cara de los ejemplares de Jebel Irhoud resultaba casi indistinguible de la de los humanos actuales. «La forma interior de la cavidad craneal refleja la forma del cerebro», explica Philipp Gunz, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva. «Nuestros hallazgos sugieren que la actual morfología facial de los humanos surgió al inicio de la historia evolutiva de nuestra especie, y que la forma del cerebro, y posiblemente también las funciones cerebrales, evolucionaron dentro del linaje de Homo sapiens», dice Gunz.
La morfología y la edad de los fósiles de Jebel Irhoud también corroboran la interpretación de un enigmático cráneo parcial hallado en Florisbad, en Sudáfrica, que se había atribuido a un representante primitivo de nuestra especie. Los fósiles más antiguos de Homo sapiens se han encontrado, pues, en todo el continente africano: Jebel Irhoud, Marruecos (300.000 años), Florisbad, Sudáfrica (260.000 años) y Omo Kibish, Etiopía (195.000 años). Ello indica la compleja historia evolutiva de nuestra especie, que tuvo lugar en todo el continente africano.
«El norte de África no se había tenido en cuenta desde hace mucho tiempo en los debates acerca del origen de nuestra especie. Ahora, los descubrimientos espectaculares de Jebel Irhoud demuestran las estrechas conexiones del Magreb con el resto del continente africano en el momento de la aparición de Homo sapiens», comenta Ben-Ncer.
Más información en Nature (1) y (2)
Fuente: Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva
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Los hombres y mujeres de la Edad de Piedra golpeaban piedras para crear armas y herramientas con las que cortaban y raspaban gracias a las lascas que se desprendían del núcleo. Hasta ahora, se pensaba que éramos los únicos animales en hacerlo. Pero un equipo de científicos ha descubierto que unos monos capuchinos salvajes de Brasil también rompen rocas. En su caso, lo hacen para extraer minerales o líquenes de ellas.
Los monos silbadores (Sapajus libidinosus) golpean la piedra una y otra vez, como si fuera un martillo, y la percusión continuada hace que se formen afiladas láminas de piedras, llamadas lascas, como las que formaban los humanos de la Edad de Piedra para hacer sus armas o herramientas. Hasta ahora, los científicos pensaban que crear este tipo de fracturas en la roca era un comportamiento único en humanos.
El estudio, publicado en Nature, demuestra que, al igual que los humanos, estos pequeños capuchinos de Brasil también son capaces de fabricar, aunque de manera inintencionada, herramientas de piedra. A pesar de romperlas de forma deliberada, su objetivo es extraer minerales o líquenes de las piedras, según los científicos que los observaron en el Parque Nacional de Serra da Capivara en Brasil.
El equipo admite que sigue sin quedar del todo claro por qué llevan a cabo este comportamiento. En ningún momento los monos intentaron cortar o raspar con las lascas, sino más bien parecían querer extraer el polvo de silicio de las rocas o los líquenes con propósitos medicinales.
“En la última década, diversos estudios han demostrado que el uso y la producción intencionada de láminas afiladas no están necesariamente vinculados a los primeros seres humanos, al género Homo, que son nuestros parientes directos, sino que también fueron utilizadas y producidas por un rango más amplio de homínidos”, explica Tomos Proffitt, investigador principal del trabajo y científico en la Escuela de Arqueología de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Estos pequeños capuchinos también fabrican, aunque de manera inintencionada, herramientas de piedra.
Un mono silbador machaca una piedra. Imagen: T. V. Falótico
Para el equipo de investigación, este trabajo va un paso más porque muestra que los primates modernos pueden producir lascas y núcleos arqueológicamente identificables con las características que se pensaban que eran exclusivas de los homínidos.
“Esto no quiere decir que el material arqueológico más antiguo en África oriental no lo hicieran los homínidos. Sin embargo, el hallazgo plantea cuestiones interesantes sobre cómo se desarrolló esta tecnología de herramientas de piedra antes de que aparecieran los primeros ejemplos en el registro arqueológico”, señala Proffitt, para quien este descubrimiento desafía las ideas anteriores sobre el nivel mínimo de complejidad cognitiva y morfológica necesario para producir numerosas lascas concoides.
Herramientas de piedra hechas por monos
Según las observaciones de los científicos, los monos silbadores seleccionan de forma individual cantos de cuarcita redondeada, y usando una o las dos manos golpean enérgica y repetidamente la piedra como si fuera un martillo contra otras rocas situadas en un acantilado.
Escogen cantos de cuarcita redondeada y los golpean enérgicamente contra otras rocas como si fueran martillos
Esta acción hace que la superficie de la piedra sobre la que se golpea se aplaste, y la que sostiene la mano se rompe, dejando un registro arqueológico identificable de estos primates. Estos capuchinos también fueron observados reutilizando piedras usadas como martillos que se habían roto anteriormente.
En total, los científicos examinaron 111 fragmentos de piedras recogidos del suelo inmediatamente después de caerse, y de la superficie y de la zona excavada. Los investigadores también recogieron las piedras completas o rotas con las que y sobre las que golpearon, y las lascas completas o fracturadas.
Cerca de la mitad de las lascas mostraban fracturas concoidales (con forma curva), asociadas con la producción de lascas por parte de los homínidos. Aunque otros monos capuchinos y macacos japoneses son conocidos por golpear piedras las unas contra las otras, el estudio subraya que los monos silbadores de Brasil son los únicos primates salvajes con la intención de romper las piedras.
“El hecho de que hayamos descubierto monos que sean capaces de crear herramientas a partir de piedras afiladas nos hace pensar sobre la evolución del comportamiento y sobre cómo atribuimos la autoría de los artefactos”, dice Michael Haslam, coautor del estudio y líder del proyecto Primate Archaeology (Primarch) de la universidad británica.
Sin embargo, mientras el hallazgo revela que los humanos no son los únicos en crear esta tecnología, “la manera en la que la usan parece seguir siendo muy diferente a la de los monos”, concluye el científico.
Referencia bibliográfica:
Tomos Proffitt et al. “Wild monkeys flake stone tools" Nature 19 de octubre de 2016